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Cuentos de hadas

Garbancito, un diminuto niñito

En un rincón del mundo, tan diminuto como valiente, vivía un niño que podía descansar en la palma de una mano. Le apodaban Garbancito, un nombre que reflejaba su estatura, pero no su inmenso corazón. A pesar de su tamaño, Garbancito era audaz y su alegría resonaba en la calle con su canto: «¡Pachín, pachín, pachín! ¡Cuidado por donde caminas! ¡Pachín, pachín, pachín! ¡A Garbancito no arruines!»

Sus padres lo adoraban, conscientes de que la verdadera grandeza no se mide en centímetros, sino en la astucia y el coraje. Un día, con ansias de aventura, Garbancito rogó a su padre que lo llevara al campo. Juntos, padre e hijo, se dirigieron al prado de hortalizas, donde Garbancito decidió descansar y estirar sus pequeñas piernas.

Mientras su padre cosechaba las verduras, Garbancito exploraba el mundo entre las plantas, sin darse cuenta de que cada salto lo alejaba más de su protector. En un descuido, nuestro héroe se encontró atrapado en el interior de una col. Un buey, atraído por el movimiento, se acercó y, sin más, devoró la col que escondía a Garbancito.

Al caer la tarde, el padre, incapaz de encontrar a su hijo, se unió a su esposa en una búsqueda desesperada. «¡Garbancito! ¿Dónde estás?» se oía por doquier, pero solo el silencio respondía. Pasaron la noche en vela, y tras el amanecer, continuaron su búsqueda, a pesar de la lluvia y la nieve.

Fue entonces, en medio de la desolación, cuando una voz familiar resonó: «¡Aquí estoy! ¡En el vientre del buey, donde ni llueve ni nieva!» Aliviados y emocionados, los padres corrieron hacia el sonido de su voz. Con su ingenio, hicieron cosquillas en la nariz del buey, provocando un estornudo tan poderoso que liberó a Garbancito.

Con el corazón rebosante de felicidad, la familia entera emprendió el camino de regreso, entonando juntos el cántico de Garbancito: «¡Pachín, pachín, pachín! ¡Cuidado por donde caminas! ¡Pachín, pachín, pachín! ¡A Garbancito no arruines!» Y así, la valentía y el ingenio de Garbancito se convirtieron en leyenda, recordando a todos que la grandeza verdadera reside en el espíritu, no en la estatura.